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Foto del escritorClara Ciudad

En verano, una nueva perspectiva.



Sobre el equilibrio en verano.


Todo el año manteniendo una rutina, un horario y de repente, llegan junio, julio y agosto impactando en todos los esquemas que mantenemos durante el año. Estos tres meses siempre son complicados para mí, la agenda fluctúa y así mi estabilidad tanto física como mental (no es que el resto del año no lo haga, pero bastante menos). Tengo la mente en descansar pero también en ser productiva y trabajar. Sin tener en cuenta la temperatura, que es un determinante en la sensación de fatiga y ganas de moverse.


Para poneros en contexto, antes de comenzar el verano estaba realizando un estudio donde cumplíamos un entreno específico de 6 semanas, haciendo antes y después un control de prueba de esfuerzo y velocidad. Con la suerte de que 2 semanas coincidían con mis vacaciones de verano. Dada la situación, amplié el estudio a mi propia experiencia personal, valorando como gestionar de forma realista, el disfrute de unas vacaciones con las ganas de cumplir los entrenos pautados.


Este experimento me ha cambiado la perspectiva (sigo en ello) para poder compaginar el summer mood con seguir trabajando y mantener la forma. Aquí vienen mis dos verdades.


''SIMPLIFICA Y CUENTA CON ELLO. Si en una mañana te daba tiempo a hacer 3 checks de ‘’to do list’’ baja tus expectativas, reduce a 1 check. FOCUS EN HÁBITOS SENCILLOS que te hagan sentir bien'' Te cuento los míos.


Una de las cosas más importantes es la hidratación, no daba crédito que con la cantidad de agua que bebo al día me saliera una deshidratación elevada en dos mediciones del estudio. Empecé a beber más líquido que me resultara más atractivo que solo agua. Infusiones frías, agua con la piel del limón, naranja o pomelo, sparkling americano, agua con zumo de limón, tomar sales después de entrenar. Y sorprendentemente ¡me notaba menos cansada!


Algo que me daba la vida, era evitar las horas de sol de 12h a 17h. En esta franja horaria huía de la calle/playa y encontraba el tiempo y espacio para poder leer (activar la mente en verano me parece fundamental, no me gusta esa sensación de letargo) y moverme (si no disponía de gimnasio, pequeños entrenos sin mucho material me ayudaban a activarme).


En cuanto a la actividad física, menos es más, pequeñas píldoras de movimiento son la clave. Los días en los que no me apetecía moverme hacía 15’ de hipopresivos. Si me despertaba temprano salía a correr y disfrutar del entorno. Aprovechaba las siestas par hacer 10-15 minutos de ejercicio funcional (alternaba los días entre piernas, core y brazos). Siempre aprovechaba la playa para estirar (lo hacía tumbada en la hamaca). Un MUST en verano, son las escaleras y evitar ascensores, optar siempre por la actividad y no ahorrar movimiento por pura pereza.


Por último, me impactó las cantidades y elecciones que la gente en general hacía en un all inclusive. No es una crítica a comer más o menos sano, si no al exceso, incluso cuando nos sienta mal a posteriori. Elegir desde la apetencia alimentos sanos y no tan sanos a los que no accedemos normalmente es un placer del verano. Probar y disfrutar, ser conscientes de cómo comer con mesura y variado nos hace bien. Esa es la magia de tomar un buen helado de pistacho en verano.


Lo que a mi me inspira el verano:

flexibilidad, coherencia y disfrute.

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