Cuando modificamos nuestros dientes mediante cualquier tipo de ortodoncia, generamos un cambio tanto en nuestra mordida como en la disposición de la mandíbula.
Este cambio genera un proceso de adaptación que puede dar dos tipos de resultados, que nuestro cuerpo se estabilice o que genere algún tipo de patología (cervicalgia, dolor de cabeza, molestias en la mandíbula, etc).
Estudios demuestran cómo la ortodoncia provoca un riesgo del 73% de sufrir un problema mandibular.
Por ello es muy importante ponerse en manos de un buen ortodoncista, ya que en el caso de que haya molestias en la articulación temporomandibular (ATM) siempre es necesaria la valoración de un buen especialista para poder proceder con el tratamiento más adecuado.
En cuanto a la mejor etapa para comenzar con la ortodoncia sería en la adolescencia, entre los 12 y 18 años. Ya que en esta etapa, el cuerpo está en constante evolución y tiene una mayor capacidad de adaptación ante los cambios físicos.
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